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El poder de compartir: convertir los datos públicos en bien público

Fuente: World Development Report 2021 - Data as a Force for Public Good

Figure 1:Fuente: World Development Report 2021 - Data as a Force for Public Good

La semana pasada participé en el taller internacional “Expanding and Accelerating Global Climate Data Collaboration”, realizado en Hatfield Heath, Inglaterra. En un momento crítico para la ciencia del clima —cuando los modelos de financiamiento tradicionales enfrentan incertidumbre y la urgencia por actuar crece—, el encuentro reunió a expertos en infraestructura, investigadores y líderes institucionales para explorar nuevas formas de colaboración rápida en torno a los datos climáticos.

Las discusiones abordaron cómo sostener plataformas de datos globales de forma creativa y realista, combinando ciencia, tecnología y nuevos modelos económicos. De esas reflexiones globales surgieron varias ideas que aquí llevo al contexto colombiano: fortalecer nuestra infraestructura de observación y, sobre todo, promover la circulación abierta de los datos.

Cuando un país invierte en observar su atmósfera, no solo está comprando tecnología: está construyendo una mirada colectiva sobre su propio territorio. Los radares meteorológicos, los satélites y las estaciones hidrológicas nos permiten monitorear en tiempo real las condiciones de lluvia, desde su génesis hasta sus posibles impactos. Con esa información es posible anticipar crecidas, emitir alertas tempranas y advertir otros riesgos asociados a la precipitación. Estos instrumentos existen para proteger a las personas y guiar decisiones. Pero su verdadero poder depende de algo más que los sensores: depende de la circulación de los datos que producen.

Los sensores miden, pero compartir multiplica

Un radar que mide la lluvia ya es valioso. Pero cuando sus datos circulan libremente, ese valor se multiplica. Cada investigador, estudiante o emprendedor que utiliza esas señales añade nuevo trabajo sobre la misma base: mejores pronósticos, sistemas de alerta más precisos, herramientas agrícolas más inteligentes. Cuantas más personas puedan ver y usar los datos, más fuerte se vuelve el sistema.

La historia lo demuestra una y otra vez. Los grandes avances científicos rara vez llegan con la invención de un nuevo sensor, sino con el momento en que sus datos se hacen públicos. La genómica solo aceleró cuando las secuencias de ADN se compartieron entre laboratorios y países. La inteligencia artificial despegó cuando aparecieron bases de datos abiertas para entrenar y probar algoritmos. Y la respuesta global al COVID-19 mostró lo que la circulación abierta puede lograr: pocos días después de detectarse los primeros casos, los científicos publicaron en línea la secuencia genética del virus. Ese solo acto permitió que laboratorios de todo el mundo empezaran de inmediato a desarrollar pruebas diagnósticas y vacunas. Sin esa secuencia abierta, el desarrollo de vacunas habría tardado años, no meses. En todos los campos ocurre lo mismo: el conocimiento crece cuando los datos se abren y circulan sin barreras.

La red de radares de Colombia: un sistema en una encrucijada

Colombia ha construido una red nacional de radares meteorológicos notable: doce instrumentos que observan la lluvia en todo el país. El Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM) opera cuatro de ellos. Durante un tiempo, compartió sus datos en tiempo real, con un retraso de solo unos minutos entre la transmisión desde cada radar y su publicación en Amazon Web Services. Gracias a ello, universidades, investigadores y organismos de emergencia podían analizar las tormentas prácticamente mientras ocurrían.

Recientemente, IDEAM introdujo un retraso de un día en la publicación de esos datos. Los archivos del radar se cargan en Amazon Web Services todos los días alrededor de la medianoche. En la práctica, esto significa que un registro captado, por ejemplo, a las 5:00 a.m. solo se hace público cerca de las 12:00 de la noche del mismo día, casi 19 horas después de haber sido medido. Los radares siguen funcionando y registrando la atmósfera, pero la circulación de la información se volvió mucho más lenta. Para la mayoría de los ciudadanos, unas horas pueden parecer poco. Sin embargo, para quienes dependen de datos en tiempo real —operadores hidroeléctricos, servicios de emergencia, sistemas de aviación o investigadores— ese retraso equivale a cerrar la puerta. Los datos dejan de servir para la acción inmediata: se vuelven historia, no infraestructura.

Ejemplos de apertura y velocidad

Para entender por qué la inmediatez importa tanto, vale la pena mirar ejemplos de apertura efectiva. Los satélites geoestacionarios GOES, operados por la NOAA, ofrecen imágenes y datos multiespectrales en dieciséis canales —desde luz visible hasta vapor de agua— y los publican de forma libre y en tiempo real. Cualquier servicio meteorológico, centro de investigación o agencia de protección civil en el continente americano puede usarlos al instante. Este modelo de acceso abierto se ha convertido en la base de la preparación regional frente a huracanes y tormentas severas.

Un ejemplo más reciente confirma esta tendencia: en 2025, el Centro Europeo de Pronósticos a Medio Plazo (ECMWF) anunció la apertura completa de su catálogo de datos en tiempo real, poniéndolo a disposición de cualquier usuario sin restricciones (puede ver el anuncio aquí). Este cambio convierte uno de los repositorios meteorológicos más sofisticados del planeta en un bien público global. Los datos, antes reservados a ciertos servicios nacionales, ahora circulan sin demora, permitiendo que investigadores, agencias de emergencia e instituciones educativas los usen de inmediato.

La apertura de datos en tiempo real como política institucional clave para la resiliencia del país.

La decisión del ECMWF refuerza una idea esencial: la apertura no debilita a las instituciones, las fortalece. Al liberar datos en tiempo real, la agencia europea no pierde autoridad; gana relevancia, porque multiplica el número de mentes que trabajan sobre sus resultados y amplía el impacto de su inversión pública.

Sin embargo, basta un pequeño retraso o una traba administrativa para obtener el efecto contrario. Incluso demoras mínimas introducen obstáculos que ralentizan la participación y debilitan la capacidad colectiva. Los sistemas abiertos y ágiles permiten que las ideas y las aplicaciones surjan al instante alrededor del flujo de datos. Cuando los impedimentos son mínimos, la circulación se acelera; cuando se acumulan, la creatividad se detiene.

Los datos son un bien público

Hay un principio democrático simple: los datos producidos con fondos públicos son un bien público. El costo de comprar, instalar y mantener los radares o satélites ya fue asumido por los contribuyentes. Los datos que generan, por tanto, no pertenecen a una institución, sino a la sociedad.

Cuando se comparten abiertamente, ese bien público se refuerza a sí mismo. La ciudadanía puede usarlos para ejercer control social: verificar la calidad, detectar anomalías, hacer preguntas. Las universidades y empresas pueden innovar. Los gobiernos locales pueden planificar mejores respuestas. Cada usuario externo se convierte en una pequeña extensión del servicio público, ampliando su impacto sin aumentar su presupuesto.

“Compartir es cuidar” no es solo una frase amable. Compartir datos es una forma de cuidar a las personas, al país y a los propios sensores. Es cuidar a las personas porque los datos abiertos protegen vidas. Es cuidar al país porque convierten un gasto nacional en capacidad nacional. Y es cuidar a los sensores porque, cuando más gente usa los datos, los problemas se detectan antes y las calibraciones mejoran. La restricción, en cambio, aísla tanto a las personas como a los instrumentos: un circuito cerrado deja solo a unos pocos profesionales la tarea de detectar fallas o generar mejoras.

Sistemas sin obstáculos y sostenibilidad

A veces se piensa que los datos abiertos son un lujo que solo los países ricos pueden permitirse. En realidad, compartirlos puede hacer que las redes de observación sean más sostenibles, porque aumentan su utilidad y su valor público. Cuantos más sectores usan la información, más razones existen para mantenerla activa y actualizada.

Además, el acceso sin obstáculos puede generar modelos indirectos de sostenibilidad para la operación y el mantenimiento. Las empresas que dependen de los datos —de seguros, agricultura, energía renovable o logística— tienen incentivos para ayudar a garantizar su continuidad. Algunos países han creado esquemas cooperativos en los que las agencias públicas proveen los datos básicos de manera abierta, mientras los actores privados invierten en aplicaciones de mayor valor o contribuyen con recursos técnicos para mantener estable la infraestructura. Este tema de sostenibilidad y cooperación público-privada merece un análisis más amplio, que abordaremos en una próxima entrada.

Una oportunidad nacional

Colombia está en un momento prometedor. Ya cuenta con la infraestructura de observación: radares operativos, personal capacitado y una comunidad técnica en expansión. Aún no existe un número amplio de personas con experiencia en este tipo de sistemas, pero sí una gran oportunidad para que, de manera orgánica, crezcan las redes de investigación y de conocimiento que, con el tiempo, generarán valor agregado para la sociedad. Si los datos se abren y circulan con agilidad, ese crecimiento podrá darse de forma natural: cada grupo, universidad o empresa que use la información aportará nuevas ideas, herramientas y capacidades.

Lo que falta decidir es el modelo de circulación: si los datos fluirán abierta e instantáneamente, o si seguirán limitados y con retraso. Esa decisión determinará si la red se convierte en un instrumento aislado o en una plataforma nacional.

Compartir como forma de cuidado

En última instancia, compartir datos es una forma de cuidado: de las personas, del conocimiento y de la inversión pública. Los sensores duran más cuando muchas miradas verifican sus resultados. El país gana cuando más mentes trabajan en sus desafíos ambientales. Y la sociedad está más segura cuando la información fluye tan libremente como el aire y el agua que medimos.

La idea central es sencilla: los sensores generan señales, pero la circulación genera progreso. Colombia ya logró la primera parte de esa ecuación. Conseguir que la segunda fluya sin barreras —de forma abierta, rápida y confiable— es la manera de hacer que la inversión en observación meteorológica se multiplique cada día, para todos.


Esta reflexión surge del taller “Expanding and Accelerating Global Climate Data Collaboration” realizado en Hatfield Heath, Inglaterra, y las conversaciones sobre el futuro de los datos climáticos abiertos en el mundo.